El Cartero Urbano, es la evolución de un oficio. El origen de la profesión de cartero surge en 1756. Debido a la creación en Madrid del Oficio de Cartero Mayor y el nombramiento de los doce primeros carteros para el reparto de los doce “quarteles o barrios” en que se dividía la ciudad. La ordenanza establecía la obligatoriedad de saber leer, escribir y vivir dentro de la demarcación del barrio de reparto. Asimismo, autorizaba el cobro de un cuarto de real por cada carta entregada, con cuya sobretasa se creó un fondo para sus retribuciones. A diferencia de otros empleados de la Renta, los carteros no tenían carácter de funcionarios ni cobraban del Estado.
La norma establecida en Madrid sirvió de modelo para las demás grandes ciudades y poco a poco, con el desarrollo de los servicios postales, los carteros fueron adquiriendo derechos y obligaciones que se plasmaron en los distintos reglamentos publicados para cada provincia. Así, en el Reglamento de Carteros de 1861 se señalan las “cualidades” exigidas para obtener el nombramiento y se establece la recaudación de cinco céntimos por cada carta, pliego o periódico entregado a domicilio. Las retribuciones se hacían semanalmente. Estas condiciones no variaron hasta la llegada de la II República, momento en el que los carteros adquirieron la condición de funcionarios y pasaron a cobrar de los fondos públicos.
El uniforme de gala de cartero urbano de 1856, expuesto en la Sala de Uniformes del Museo, es el más antiguo que se conserva de los uniformes de gaña. El uniforme se compone de chaleco, pantalón y casaca. En 1857 se aprobó el plan de reparto diario de la correspondencia en todos los ayuntamientos del país.