El 10 de agosto de 1884 se publica el Real Decreto por el que se permite el acceso de la mujer en el servicio de Telégrafos.
Por entonces, el sueldo de las mujeres se fijó como “jornal de 5 reales diarios”. Las primeras mujeres telegrafistas, aunque admitidas de forma muy limitada en 1880, se integraron después dentro de los Auxiliares permanentes. Pero cuando éstos –en uno de los cambios de denominación– pasaron a ser Aspirantes y, por tanto, a formar parte del Cuerpo de Telégrafos, hubo una fuerte oposición interna y se las excluyó. Incluso dejaron de contratarse como Auxiliares temporeras. Con motivo de esta exclusión, hubo una petición en el Parlamento de la Asociación para la Enseñanza de la Mujer para que se revocara y se permitiera el ingreso de las mujeres.
La Ley de bases de 1909 –aunque su denominación puede inducir a engaño– mantuvo sin variar el último reglamento, pero, apoyándose en él, promovió la convocatoria de plazas para auxiliares femeninas, tanto para el servicio telegráfico como para atender el servicio telefónico prestado por Telégrafos y aquel mismo año tuvieron lugar dos oposiciones, la primera el 15 de junio, de treinta plazas para atender “el servicio de la línea telefónica internacional con Francia” y otra el 1 de julio, sin especificar el número de plazas que cabía cubrir, para el servicio telegráfico.
Éstas fueron las primeras oposiciones que se convocaron formalmente para el ingreso de las mujeres en Telégrafos, aunque se reconoció la antigüedad de aquellas que habían sido contratadas anteriormente como auxiliares temporeras. Y en 1911 se formó el primer escalafón de las auxiliares femeninas.
Algunas mujeres ilustres que formaron parte del elenco telegrafista fueron la escritora, periodista y política Consuelo Álvarez Pool «Violeta» y la abogada, escritora y política Clara Campoamor Rodríguez.
En la imagen, las primeras mujeres telegrafistas. Sentada, en el centro, Consuelo Álvarez, «Violeta».