Bernat Marcús fue comerciante y banquero barcelonés del siglo XII. Aunque algún autor ha llegado a especular sobre su posible ascendencia griega, parece que era descendiente de un ciudadano barcelonés llamado Marcús, hecho prisionero durante la expedición de Almanzor que saqueó Barcelona en 985 y que fue liberado, posteriormente, mediante el pago de un rescate.
Bernat Marcús llegó a tener una gran influencia en la alta política del país y, a pesar de no tener origen noble, formó parte del consejo de Ramon Berenguer IV. Sus actividades comerciales le obligaron a crear y mantener una amplia red de contactos repartidos por lugares muy diversos mediante un grupo de mensajeros destinados a esta tarea. Este servicio le suponía un coste considerable y, como buen comerciante, tuvo la ocurrencia de rentabilizarlo, ofreciendo a todo el mundo que lo necesitara, a cambio de unas cuotas. De este modo, creó el primer servicio postal de carácter general conocido en Europa.
En 1166, Marcús hizo un legado para construir un hospital, un cementerio y una capilla, que aún se conserva y que lleva su nombre -Capilla de Marcús-, junto a la strata Franca, una de las vías principales de salida de la ciudad de Barcelona hacia el norte. Esta capilla, dedicada a la Virgen de la Guía, se convirtió en la sede de la Cofradía de Correos y Troters, que reunió a los correos de Marcús y otros preexistentes (Troters de buzón de Pedro Marena) y que significó el nacimiento de la institución de correos privados más antigua que se conoce en Europa y que, a principios del siglo XVI, convertiría Barcelona en el centro neurálgico del intercambio de correos entre la Península Ibérica y el resto del continente. Bajo el porche de la capilla, eran bendecidos los Troters o correos que salían de viaje.
Sello de Correos dedicado a la Capilla de Marcús en Barcelona. 1975.
Estamos hablando del correo privado, no del correo oficial que mantenían las diversas monarquías o la iglesia para sus asuntos oficiales como era el caso, por ejemplo, del sistema de correo real establecido por Jaime I, de tipo radial con tres rutas que partían de Barcelona hacia Valencia, Zaragoza y Perpiñán.
La creación de la cofradía significó la ordenación del servicio. Mediante sucesivas disposiciones reales y municipales se establecieron, no sólo las obligaciones postales: precios (seis dineros por legua), autorización para subcontratar un servicio en caso de enfermedad, etc.; sino también los derechos y obligaciones de los mismos correos y Troters: fijación de plantillas, establecimiento de unos turnos de salida, garantías de continuidad en la profesión, establecimiento de una jubilación o derecho de asistencia hospitalaria en caso de enfermedad.
Los problemas para la cofradía comenzaron cuando Carlos I quiso extender a territorio catalán el monopolio del servicio de correos que la familia Thurn und Taxis había conseguido al Habsburgo primero y, en 1505, a la Corona de Castilla, durante el reinado del austriaco Felipe I, el Hermoso. Con el apoyo del Consejo de Ciento, la cofradía logró mantener su independencia durante un tiempo, aunque los Thurn und Taxis, con el apoyo real, lograron, finalmente, controlarla. Durante el periodo 1705-1714, la cofradía recuperó su independencia. Felipe V, en 1716, incorporó el servicio de correos a la corona, suprimiendo, por un lado, el monopolio de los Taxis y, por otro, reduciendo la cofradía a una institución con funciones meramente religiosas.
En la imagen, cuadro «Capilla de Marcús», obra de María Turégano. 1974. Museo Postal y Telegráfico.