Clara Campoamor, telegrafista, política y defensora de los derechos de la mujer

Por Victoria Crespo. Directora del Museo Postal y Telegráfico. Miembro de la Asociación de Amigos del Telégrafo.

Clara Carmen Campoamor Rodríguez nació en Madrid, a las 10 de la mañana del 12 de febrero de 1888. Como la mayoría de los niños que venían al mundo en esos años, Clara lo hizo en el domicilio familiar, en la calle del Rubio, 4, piso bajo, en el barrio de Maravillas.

El padre de Clara, Manuel Campoamor Martínez, era de Santander y trabajaba en el periódico La Correspondencia de España. Su madre, Pilar Rodríguez Martínez, era natural de Madrid y se dedicaba a la costura.

El año 1898, fecha de la pérdida de las colonias españolas, va a ser muy duro para Clara porque fallece su padre, y queda huérfana con nueve años. La economía familiar se resiente y Clara tiene que colaborar con a su madre cosiendo. Trabajó, desde 1905 a 1909, como empleada en distintas compañías.

En Telégrafos, en 1909 se formaliza la contratación de personal femenino. Se quieren reorganizar los servicios con la incorporación de la mujer a las oficinas telegráficas unipersonales “por ser más barato el personal femenino”.

El director general de Telégrafos, Emilio Ortuño y Berte, lleva a cabo una gran reforma, rompe con los prejuicios que excluían a la mujer de las dependencias del Estado, y sienta un gran precedente, ya que la considera apta para desempeñar determinados trabajos.

Durante el mes de junio de 1909 se convocan, por primera vez, oposiciones a Telégrafos para Auxiliares femeninas, con el fin de que las mujeres puedan ser funcionarias de pleno derecho. Clara, que entonces tenía 21 años, reunía los requisitos. ser española, mayor de 16 años y menor de 40, tener buena salud y certificar buena conducta.

A esta oposición se presentaría también Consuelo Álvarez, Violeta, y su hija Esther Azcárate. El hecho de presentarse a una oposición indicaba que estas mujeres, además de poseer una formación, querían elevar su nivel intelectual y ser independientes económicamente, para poder valerse por ellas mismas.

Aprobada la oposición, Clara Campoamor ingresó el día 4 de julio de 1910 en Zaragoza, y un mes después prestó juramento de “guardar el más escrupuloso secreto en la correspondencia telegráfica” ante Casimiro Zabay y Peralta, jefe del Centro Telegráfico de Zaragoza. En la capital aragonesa estuvo destinada un año. El 3 de septiembre de 1911 fue trasladada a San Sebastián, donde trabajaría cuatro años.

El día 1 marzo de 1914 comienza Clara a disfrutar de una licencia ilimitada en Telégrafos, por haber ganado una plaza en el Ministerio de Instrucción Pública. Esto le permite volver a Madrid como profesora de Taquigrafía y Mecanografía en las Escuelas de Adultas de Madrid, con un sueldo anual de 1.500 pesetas.

Clara va a compaginar su trabajo dedicado la enseñanza de las mujeres con el de secretaria en el periódico La Tribuna. Este ambiente laboral y su ingreso en 1916 en el Ateneo de Madrid, donde se reencontrará con Consuelo Álvarez, Violeta, le va a llevar a retomar sus estudios. Primero, en 1921, se matricula en el Instituto Cardenal Cisneros en Madrid para estudiar el bachillerato.  En agosto de 1922 pide traslado de expediente para poder presentarse a los exámenes extraordinarios, en la convocatoria de septiembre, en el Instituto General y Técnico de Cuenca, y allí obtendría el título el 21 de marzo de 1923.

En 1922 participa en la fundación de la Sociedad Española de Abolicionismo; los abolicionistas pretendían acabar con la prostitución, y pronuncia discursos en actos públicos junto a Consuelo Álvarez Violeta, Elisa Soriano y María Martínez Sierra, que ya son feministas consagradas.

Finalizado el bachillerato, se matricula en Derecho y a finales del año siguiente, en 1924, obtiene su licenciatura. Clara tiene 36 años y va a ser una de las pocas abogadas que ejerza su profesión. Abre su primer despacho, en su domicilio, en la plaza del Príncipe Alfonso XI, hoy plaza de Santa Ana. En 1925 es admitida en el Colegio de Abogados de Madrid, va a ser la segunda mujer en incorporarse, un mes después que Victoria Kent. Despliega Clara una intensa actividad en el seno de la Academia de Jurisprudencia.

En 1929 Clara se integra en el partido Acción Republicana. Es su primer paso en política. Después de la rebelión de Ángel García Hernández y Fermín Galán en Jaca, y el proceso contra el Comité Revolucionario, Clara asumió la defensa de algunos de los implicados, entre los que se encontraba su hermano.

Su gran oportunidad llega el 14 de abril de 1931, con la proclamación de la II República. En mayo se convocan elecciones a Cortes Constituyentes. Una reforma de la Ley Electoral permite a las mujeres ser elegidas, pero no electoras y el Gobierno Provisional proclama el sufragio universal para los varones mayores de edad (23 años). En Acción Republicana no quieren que Clara encabece ninguna lista, entonces se integra en el Partido Radical de Lerroux.

El 28 de junio de 1931 se celebran elecciones, por sufragio universal masculino, y Clara Campoamor es elegida diputada por Madrid. En esta fecha Consuelo Álvarez, Violeta, se ha presentado candidata por Madrid, por el partido Republicano Democrático Federal, y al no conseguir escaño, apoyará a su amiga y antigua compañera telegrafista Clara Campoamor para conseguir el ideal, por el que ella había luchado toda su vida, el voto para la mujer. Tiene de su parte para crear opinión favorable al voto femenino: a un sector importante de la prensa liberal, a varias emisoras de radio, a grupos de intelectuales y sufragistas, a los diputados de su partido y sobre todo, a sus compañeros progresistas del Cuerpo de Telégrafos que siempre la habían apoyado en la consecución de sus ideales y habían confiado en ella, eligiéndola para que les representase en el Sindicato de Telégrafos.

Un mes después, las nuevas Cortes Constituyentes incluyen a Clara en la Comisión Constitucional con otros 20 diputados, y allí peleó por establecer la no discriminación por razón de sexo, la igualdad legal de los hijos habidos dentro y fuera del matrimonio, el divorcio y el sufragio universal, generalmente llamado voto femenino. Todo lo consiguió menos el voto, que tuvo que debatirse en el Parlamento.

El 1 de octubre se llega a un momento crucial: la radical-socialista Victoria Kent, sacrificando sus convicciones a la disciplina de su partido, pide el aplazamiento del derecho al voto de la mujer. Le replica Campoamor. Se aprueba el sufragio universal para la mujer, por 161 votos contra 121. Votan a favor de la derecha, los pequeños partidos republicanos y nacionalistas, el Partido Socialista Obrero Español -excepto Indalecio Prieto-, y el voto de Clara Campoamor del Partido Radical. Este día fue uno de los más felices de la vida de Consuelo Álvarez y Clara Campoamor, al ver hecho realidad el reconocimiento de un derecho político para las mujeres.

Por ironías del destino, cuando en 1933 se celebran nuevas elecciones legislativas, las primeras en las que la mujer vota, Clara Campoamor pierde su escaño. Lerroux la nombra directora general de Beneficencia. En 1935 abandonó su partido.

En junio de 1936, publica “El voto femenino y yo. Mi pecado mortal”, que ha escrito durante el mes de mayo. Cuando estalla la Guerra Civil, Clara Campoamor vive en Madrid. En septiembre, parte rumbo al exilio. En 1937 publicó en París «La revolución española vista por una republicana«, en francés.

Un año después se traslada a Buenos Aires. En la capital argentina se ganó la vida traduciendo, dando conferencias y escribiendo biografías: la de Concepción Arenal, Sor Juana Inés de la Cruz y Francisco de Quevedo, entre otras.

En 1955, tras el golpe de Estado de Argentina, se exilia en Lausana (Suiza) y colabora en el despacho de Antoinette Quinche, y como abogada feminista en varios foros internacionales. En esta ciudad muere en 1972.  Pilar Lois, su ahijada, se encarga de los trámites para traer sus cenizas a España, a San Sebastián, y cumplir así con la voluntad de Clara de ser enterrada en Polloe, el cementerio de la ciudad de la que se enamoró siendo joven, donde vivió la proclamación de la II República española, y la que visitaba con asiduidad hasta que el exilio se lo impidió.

 

Sello postal de Correos y Telégrafos dedicado a Clara Campoamor por el primer centenario de su nacimiento, en 1988.