El 19 de abril de 1924, se constituye en Madrid la Compañía Telefónica Nacional de España (C.T.N.E.) en régimen de sociedad anónima, por lo que Telégrafos, desde entonces, se dedica solo al servicio telegráfico.
La evolución técnica de la telefonía había hecho que el servicio prosperara en las principales naciones, pero la falta de definición del sistema de explotación había ocasionado un retraso en la expansión del servicio en España.
En 1908, con los conservadores de Maura en el Gobierno, siendo director general Emilio Ortuño y ministro de la Gobernación Juan de la Cierva, se presentó un proyecto para ampliar la red telegráfica y telefónica y llevar, por Telégrafos, el teléfono a todos los pueblos con una población superior a 2.000 habitantes. El presupuesto era de 10 millones de pesetas, pero no siguió adelante.
Se propuso al Directorio constituir una compañía para que se le concediera la explotación de la telefonía en todo el territorio nacional. Y, de forma un tanto irregular, en 1924 nació la Compañía Telefónica Nacional de España para explotar, en monopolio, el servicio telefónico.
El régimen, del que se esperaba que iba a “robustecer y afirmar la soberanía del Estado en todas sus
funciones”, había entregado en monopolio de la telefonía a una compañía que, aunque incluía en su título la palabra “nacional”, estaba controlada totalmente por la empresa estadounidense International Telephone and Telegraph Corporation (ITT).
La Compañía Telefónica empezó adquiriendo varias de las más importantes redes privadas existentes y recibió las líneas y centrales telefónicas explotadas por Telégrafos a cambio de pagar el importe de su valoración, que fue estimada en 17,4 millones de pesetas.
También contrató a los telegrafistas más expertos en la gestión telefónica. Esto creó malestar en el Cuerpo porque se consideró la salida de los compañeros como una fuga, una traición. Pero con la perspectiva que dan los casi noventa años transcurridos desde entonces, por lo menos algunas de aquellas fugas quizá pudieron ser debidas tanto a la búsqueda de un beneficio como provocadas por despecho. Compañeros hubo que habían puesto su trabajo y su ilusión “técnica” en la gestión por parte de Telégrafos de la explotación telefónica y vieron una y otra vez boicoteados sus esfuerzos por las instancias políticas. Seguramente a los mejores sueldos también les acompañó un sentimiento de saldar un agravio profesional.
La ITT de Sosthenes Behn también estableció una fábrica de material telefónico, Standard Eléctrica, y en esa fábrica tuvieron cabida la mayor parte de los recién creados ingenieros de Telégrafos, que tenían difícil acomodo en la organización telegráfica.
Una consecuencia de la censura fue que durante la Dictadura no se volvió a suscitar en las revistas una posible explotación de la telefonía y se acabaron aquellas peticiones del “broadcasting para Telégrafos”. Las discusiones se centraron, exclusivamente, en mejorar la telegrafía. La Dirección General volvió a denominarse “de Comunicaciones”, pero esta vez Telégrafos se ocuparía sólo de la telegrafía.