Pedro Pablo Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea, Conde de Aranda (1719-1798) fue, entre otros cargos, Secretario de Estado de España y Superintendente de la Renta de Correos.
Ha sido uno de los militares y políticos más destacados del siglo XVIII. La carrera militar la inició muy temprano, viajando por Europa en cumplimiento de diversas misiones militares, estuvo al servicio de cuatro reyes -Felipe V, Fernando VI, Carlos III y Carlos IV- y llegó a ser el capitán general más joven de Carlos III. Entre otros cargos ocupó el de embajador de España en Portugal y Polonia, director general de Artillería e Ingenieros, presidente del Consejo de Castilla, capitán general de Castilla, embajador y ministro plenipotenciario de España en París y secretario de Estado o primer ministro de Carlos IV. Fue amigo de los enciclopedistas franceses; durante los siete años que estuvo al frente del Consejo de Castilla impulsó una política reformista que le proporcionó una gran estima popular y el elogio de hombres como Voltaire. El Conde de Aranda se preocupó por las posesiones españolas de Ultramar y en su correspondencia se descubre, ya en aquellos años, la dificultad de conservar las colonias americanas que habrían de perderse 100 años más tarde. Demostró un gran interés por la realidad aragonesa e impulsó obras y proyectos como el Canal Imperial de Aragón y la navegabilidad del Ebro.
A finales de febrero de 1792, durante el último periodo de su vida política, el conde de Aranda se hizo cargo de la secretaría de Estado y con ella de la superintendencia de la Renta de Correos. Poco tiempo después, los enfrentamientos con Manuel de Godoy harían que éste le sucediera en el cargo. En 1794, durante el mandato de Godoy, se publicó la Ordenanza general de Correos, Postas, Caminos y demás ramos agregados a la superintendencia general, que había desarrollado su antecesor. Este cuerpo legal abordaba extensamente todos los aspectos relacionados con los responsables, empleados y servicios de Correos. También establecía el funcionamiento de las administraciones postales, las estafetas o las Casas de Postas, recogiendo así todos los temas que se habían planteado a lo largo del siglo.
Sello de Correos emitido en 1998 con motivo del bicentenario de su fallecimiento.
Los encargados de la correspondencia áulica y diplomática fueron los Correos de Gabinete, al servicio de la Corte y de las Secretarías, encargados de transportar las misivas a través de los itinerarios reales de postas, tanto en el territorio español como fuera de éste. Sus miembros pertenecían a la nobleza aunque también se admitieron al servicio a otros jóvenes que pudieran probar su honradez y el dominio del caballo. Carecían de remuneración fija, cobrando según el número de viajes y la clase de éstos.
En la Ordenanza General de Correos de 1794, propiciada por el conde de Aranda, se reguló todo lo relativo a las exenciones y privilegios de los Correos de Gabinete, como la inviolabilidad de su persona en el desempeño de sus funciones, el uso de armas cortas en officio officiando, portar en el uniforme las Armas Reales como distintivo de su oficio, no sufrir cargas concejiles ni ser llamado a quintas o levas, derecho al ejercicio de la franquicia, y sus causas debían ser juzgadas por la Real y Suprema Junta de Correos creada en 1776, como Tribunal Supremo para el Ramo de Correos.