Leonardo Torres Quevedo (1852-1936) fue un ingeniero de Caminos, Canales y Puertos español y pionero de la automática. Construyó el transbordador del Niágara, un robot ajedrecista, el telekino y diversas máquinas de calcular mecánicas. Diseñó un dirigible que reunía las propiedades de los más rígidos y las de los más flexibles, e instaló junto a las cataratas del Niágara un transbordador funicular aéreo, de una longitud de 580 m, en el que la eventual rotura de alguno de los cables no alteraba la tensión de los otros. Es considerado un inventor, científico y tecnólogo, ingeniero de Caminos, precursor de la Automática y de la Informática.
En 1876 terminó sus estudios y comenzó a ejercer su profesión, dedicándose a trabajos ferroviarios durante unos meses. En 1887 patentó un sistema de camino funicular aéreo de alambres múltiples. La principal innovación de Torres Quevedo la constituye el hecho de lograr un coeficiente de seguridad apto para el transporte de personas sin apenas riesgo.
Liberando un punto fijo de apoyo del cable por el que discurre la barquilla y sustituyéndolo por una polea con pesos, logró que la tensión en dichos cables fuera la que él deseaba (puesto que dependía del peso que se colocara y que además fuera uniforme a lo largo de todo el trayecto; y como los cables eran múltiples, en caso de rotura de uno de ellos la tensión se distribuía equitativamente entre el resto.
En 1889 se trasladó de nuevo a Madrid para simultanear estudios matemáticos y técnicos con tertulias culturales de todo tipo. Un año después presentó en Suiza el proyecto de su transbordador, pero fue rechazado. Este desprecio a su genialidad originó que el inventor dejara momentáneamente de lado su invento y pasara a centrarse en lo que Eduardo Saavedra calificó como suceso extraordinario en la producción científica española: su Memoria sobre las Máquinas Algébricas, presentada en 1893 en la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
Además de la solución teórica al problema de la construcción de las relaciones algébricas, Torres Quevedo construyó también varias máquinas de calcular. Fue a partir de este momento cuando alcanzó el éxito, del que no se separó el resto de su vida.
En 1901 ingresó en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, y en este mismo año el Gobierno español creó el Laboratorio de Mecánica Aplicada (después Automática) y lo puso a disposición de Torres Quevedo. A partir de este momento, comenzó a diversificar sus investigaciones, quizá alentado por la creación del Laboratorio.
En 1916 alcanzó la cima europea como “ingeniero civil”. Su hijo Gonzalo, también ingeniero de Caminos español, construye en Norteamérica su proyecto de Transbordador del Niágara (Canadá, surcando aire de Estados Unidos), la realización más famosa junto con el ajedrecista. Este transbordador permanece aún en servicio, sin que, noventa años después, se haya producido ningún accidente grave.
Sus últimas aportaciones en el campo de la navegación aérea se centraron en el proyecto del dirigible Hispania, patentado el 18 de octubre de 1919. Se trataba de construir un transatlántico aéreo que cubriera el servicio regular entre España y América, basándose en una idea de otro impulsor de la aeronáutica española, Emilio Herrera. El principio en que se fundaba el nuevo proyecto consistía en repartir la carga (ahora se trataba de personas y de un gran volumen de combustible) según la distribución del empuje ascensional.
A la vez que estaba investigando el problema de los dirigibles, y con el fin de no arriesgar vidas humanas en pruebas y experimentaciones en vuelo, Torres Quevedo desarrolla una de sus ideas más brillantes, prácticamente imprescindible en nuestro mundo cotidiano: el telekino o primer aparato del mundo de radiodirección a distancia. En septiembre de 1903 patenta en España este aparato con el título de: «Un sistema denominado Telekino para gobernar a distancia un movimiento mecánico».
Telekino receptor. Museo Torres Quevedo. Universidad Politécnica de Madrid.
Cada señal de onda hertziana hace avanzar un paso a una rueda en el telekino; según el número de señales recibidas mediante un conmutador, se actúa en un circuito determinado y se efectúa la maniobra correspondiente. El telekino posee un mecanismo de contacto retrasado del conmutador para que pueda recibir la orden completa, automatismo de vuelta a la posición inicial del conmutador y dispositivo de seguridad que paraliza el motor si se produce avería o no se reciben señales durante un determinado tiempo, para evitar de este modo la pérdida del aparato dirigido. El hoy tan popular «mando a distancia» es, básicamente, un invento de Torres Quevedo.
Ya en plena Guerra Civil, muere en Madrid el más genial de los inventores españoles de todos los tiempos. El acontecimiento, dadas las circunstancias políticas que se vivían en España, pasa completamente inadvertido.